La otra transformación
Por Luis Castillo
Ya tuvo éxito mercadológico la llamada cuarta transformación en México. Todos estamos hablando de ella, estés de acuerdo o no. Pero para tu alivio y paz mental hoy no vamos a hablar de esa “transformación”. Existe otra transformación que se está gestando entre nosotros. Una mucho más peligrosa y que como un virus silencioso se está esparciendo rápidamente. La transformación del odio, de la polarización, de la división que hay entre todos nosotros hoy en día. La pelea entre chairos y fifís, machistas y feministas, entre derecha e izquierda, entre neoliberales y conservadores. Todos los días hay nuevas batallas y enfrentamientos porque pensamos de forma diferente. Esto último no es malo, al contrario, nos permite que haya un balance, una diversidad, si todos pensáramos igual nos equivocaríamos como sociedad muy rápido. Esta división lleva gestándose probablemente desde la conquista, hasta ahora. Esta división entre conquistado y conquistador. Esta división entre clases sociales. Lo peligroso radica en que hoy tenemos un catalizador que impulsa la agenda del odio. Y estamos cayendo todos en la trampa.
“Divide y vencerás” una frase famosa a nivel mundial. Merece ser comprendida a la luz de lo que nos está pasando. Una sociedad dividida no está pensando en cómo progresar, cómo unir esfuerzos, cómo resolver las problemáticas. Está pensando en cómo desmentir al otro, en cómo él o ella tienen razón absoluta, en cómo pelear a los demás de maneras más innovadoras y agresivas. Esto es particularmente conveniente para que mientras nosotros estamos ocupados en pelearnos, cosas que convienen a ciertos grupos de interés pasen en el país. Por ejemplo, la cancelación de un aeropuerto y la construcción de uno en otro lado. Poner una refinería muy cara. Que muchas de las licitaciones a nivel federal se compren por adjudicación directa. Que se construya un tren que va a destruir uno de los últimos grandes ecosistemas de América. Que no tengas medicinas ni un trato digno cuando vas al IMSS. Así le podría continuar todo el día.
Me interesa que te quedes con tres conceptos de este texto. El primero es entender que lo que nos está pasando en gran medida es porque no estamos educados. Todos, independientemente de la clase social -y perdónenme que generalice-. Tenemos que educarnos en el debate. Estamos siendo demasiado pasionales para contrastar ideas, para argumentar; me atrevo a decir que estamos siendo demasiado latinos. Con la sangre muy caliente y luego luego nos queremos madrear al que piensa diferente. Esto es en gran medida por una falta de tolerancia e inteligencia emocional. Si estuviéramos abiertos a debatir ideas de forma profesional podríamos argumentar con hechos, escuchar al otro, cambiar de idea o no. Y probablemente llegar a acuerdos que ambas partes se sientan cómodas con ellos. Inclusive nos podríamos dar el lujo de no estar de acuerdo en el 20% de las cosas, pero eso ya sería un cambio impresionante en nuestro país. Particularmente en twitter veo batallas campales entre diversidad de pensamientos. Pero muy pocas constructivas, muchas que se van por la salida fácil del insulto, del meme. Entiendo que nos pueda envalentonar discutir en un plano virtual, pero no construye, al contrario, a la larga nos envilece y amarga.
La segunda idea es descubrir una palabra llamada “deferencia”. No diferencia, “deferencia”. Deferencia es tomar en cuenta al prójimo. Cuando somos deferentes podemos dialogar en una cancha pareja. Sin prejuicios, sin egos, sin aires de superioridad. Es ser gente entre nosotros. Tratarnos como personas que aún con puntos de vista diferentes se merecen respeto. Es lo contrario, diría yo, a ser gacho (Disculpen la vulgaridad de mis palabras, pero quiero que quede bien claro). Tampoco significa que debamos de ser condescendientes. Pero sí nos ayudará a salir de este embrollo en el que nosotros mismos nos hemos metido.
Como tercer concepto, quiero terminar con un ejemplo. Que más bien nos va a servir de contraste. Japón es un país mucho más chiquito que México, pero que tiene más o menos los mismos habitantes: 126 millones de personas. En Japón como en México hay muchos problemas: el machismo, tienen deflación, tienen una de las tasas de suicidio más altas a nivel mundial. Y seguramente tendrán diversidad de ideas, corrientes de pensamientos, identidades políticas diversas. Pero hay una diferencia clave. No se respira la tensión y el aire de odio que existe en nuestro país. Esto lo atribuyo a tres valores presentes en esa sociedad. Primero el valor del respeto, son personas que realmente se cuidan entre ellos. El valor del progreso, después de la segunda guerra mundial Japón estaba destruido y endeudado y en 50 años le dieron la vuelta para convertirse en una de las naciones más desarrolladas de este planeta. El japonés ya entendió que si entre todos nos ayudamos a que nos vaya mejor como país a mí también me va a ir mejor. Y lo ponen en práctica. Finalmente, el valor del debate. Desde niños se les enseña en varias asignaturas a debatir con argumentos, con inteligencia, a prepararse para esos debates, para esas negociaciones, para esos enfrentamientos que tendrán a lo largo de toda su vida. ¿Qué pasaría si educáramos así a los niños y juventud mexicana?
Tenemos que ser una nación que esté a la altura de los retos mundiales. Si queremos competir contra los grandes debemos subir el nivel, empezando desde uno mismo. Hay que entrarle todos al debate, pero de ideas, de propuestas, de cosas que nos impulsen a ser una mejor sociedad. Con respeto, educación y deferencia. No se vale ser apático y egoísta a estas alturas. México nuestro país merece mejores ciudadanos. Y si no estás de acuerdo conmigo, te invito a que debatamos como personas inteligentes.